martes, 15 de diciembre de 2015

El 'frankensalmón' llega a los platos


Estados Unidos autoriza el consumo humano de un salmón transgénico al que le han introducido hormonas para crecer más rápido y tener más tamaño que el salmón silvestre. Además, la administración norteamericana indica que la empresa no tiene que indicar en el etiquetado que es un Organismo Modificado Genéticamente (OGM).

No sé que es más grave, si que la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por su sigla en inglés) avale el consumo humano de un salmón modificado genéticamente, que se convertirá así en el primer producto animal transgénico en acabar en el plato de los estadounidenses, o que oculte a los consumidores que lo que están adquiriendo es un engendro genético, gestado en laboratorios, para crear una nueva criatura que cumpla con los criterios de mayor rentabilidad económica de quien produce este Frankenstein de los salmones.

Y es que la normativa norteamericana está hecha a la medida de las grandes multinacionales que comercializan y/o usan como materias primas los polémicos OGM. De esta manera, tal y como afirma la FDA, que reconoce en una nota de prensa que es comprensible el interés de los consumidores por saber qué es lo que están comiendo, recalca que en Massachussetts, donde radica la empresaAquabounty, no existe una obligación legal de indicar en el etiquetado que se trata de un salmón transgénico.

La FDA le hace parte de la campaña de marketing a este frankensalmón, asegurando no sólo lo que es su competencia -"es seguro para el consumo humano"-, sino que va más allá y asegura que es "nutritivo". La motivación de Aquabounty no es tanto dietética como económica: el salmón transgénico crece más rápido y adquiere mayor tamaño que cualquier otro pez. 


Así, la empresa que lo produce logra alcanzar el tamaño requerido para ser vendido en el mercado antes de que llegue la época para la comercialización de sus compañeros naturales. De esta manera el AquAdvantage Salmon, como lo han bautizado sus creadores (que podría traducirse como "salmón aventajado"), está llamado a invadir las estanterías ya que reduce costes y aumenta la productividad de este pescado.

La llegada del salmón aventajado o frankensalmón a los platos europeos podría propiciarse por el TTIP, el acuerdo de libre comercio entre EEUU y la UE, que trata de homologar normativas para el flujo de productos entre los dos gigantes económicos.

¿Pero cómo distinguirlo? 

A priori es imposible, tal y como apuntan sus creadores, ya que no hay diferencias biológicas que lo señalen como diferente a las variedades silvestres. Sabor, textura, color y olor son idénticos, aseguran desde Aquabounty. Sin etiqueta que indique que se trata de un OGM, el consumidor no podrá decidir. Y esa es la clave. 

La corriente pro-transgénicos, avalada a golpe de talonario por las grandes multinacionales que hacen caja con la venta y uso de los OGM, sostiene que nunca otro alimento ha superado tantos controles como los transgénicos para demostrar que son seguros al cien por cien. 

Pero los millares de estudios y las campañas científicas orquestadas no terminan de convencer a la gran masa de los consumidores que, si pueden escoger, optan por los productos limpios de OGM. La solución a esta falta de aceptación social se ha resuelto Estados Unidos a favor de las multinacionales con una medida salomónica: si los consumidores que pueden escoger no compran transgénicos, simplemente eliminamos la capacidad de elección de la ciudadanía. La desinformación dispara las ventas.

En Europa, la legislación comunitaria obliga a que se etiqueten todos los alimentos que contengan o estén compuestos de OGM para facilitar la libre elección del consumidor. Además, la Directiva 2000/13/CE indica que todo etiquetado debe regirse "por el imperativo de la información y la protección a los consumidores". Pero eso es sobre el papel. 

En la práctica, los transgénicos entran de manera indirecta en la cadena trófica que acaba en nuestro plato: es el caso de los piensos, donde más del 60% de las necesidades de proteínas vegetales de la UE para el ganado vacuno se cubren mediante importaciones de soja y harina de soja procedentes de terceros países en los que el cultivo de OMG está muy extendido. Después, esa carne no tiene que etiquetarse como 'alimentada con piensos transgénicos'.

Otro caso digno de estudio es el del etiquetado de la miel. En esta caso la procedencia de las mieles sume al consumidor en la desinformación ya que la Directiva 2014/63/UE sólo obliga a indicar si la mezcla de miel que se comercializa procede o no de países de la UE. 

La consecuencia es la invasión del mercado de miel procedente de China, que en cinco años ha quintuplicado sus exportaciones a España, siendo actualmente el principal proveedor nacional. Los reducidos precios de venta de la miel China, por debajo de los costes de producción de los apicultores españoles, hacer temer que se pueda tratar de mieles sin control que han podido estar en contacto con antibióticos, fitosanitarios o metales pesados.

En el caso norteamericano, la llegada del salmón aventajado o frankensalmón a los platos europeos podría propiciarse por el Trasatlantic Trade and Investment Partnership (TTIP), el acuerdo de libre comercio entre EEUU y la UE, que trata de homologar normativas para el flujo de productos entre los dos gigantes económicos. 

Y puede llegar pronto porque la empresa que lo ha creado usando hormonas de otras especies dijo en 2010 que en dos años lo tendrían listo para su comercialización. El proceso se dilató por las investigaciones llevadas a cabo, pero con el visto bueno de la FDA ya nada impide que el frankensalmón esté en el plato de los norteamericanos y, si la negociaciónn del TTIP lo permite, que dé el salto desde ahí a los platos europeos.

Fuente: http://www.huffingtonpost.es/ricardo-gamaza/el-frankensalmon-llega-a-_b_8769402.html