martes, 13 de octubre de 2015

Las caricias actúan desde el cerebro


Desencadenan reacciones químicas que generan tanto sensaciones placenteras como vínculos duraderos.

Las caricias entre personas que se atraen mutuamente entran al cuerpo a través de los receptores de la piel; los estímulos que generan llegan al cerebro y provocan la liberación, entre otras sustancias, de oxitocina, la también llamada hormona del enamoramiento, el placer y la maternidad.

Pero el placer no solo está asociado a quien recibe la caricia, sino también a quien la da. La revista Current Biology publicó los resultados de un reciente estudio, que por primera vez encontró evidencia de que el placer sensorial también es percibido por el acariciador.

Leonardo Palacios, profesor de neurología de la Universidad del Rosario, asegura que dar y recibir caricias, por naturaleza, es un comportamiento asociado mucho más al lenguaje femenino que al masculino. “Aunque no es un tema de vida o muerte, las caricias sí son algo que los seres vivos reclaman para su bienestar. Cuando estas expresiones de afecto no se reciben generan desapego y malestar, ya sea entre madre e hijo, en pareja e incluso con las mascotas. La ausencia de las mismas sugiere que algo anda mal”, dice Palacios.

Todo se debe a la oxitocina, una de las hormonas que se libera con las caricias, pero también en el parto, la lactancia, los abrazos, besos, en las relaciones sexuales y, con mayor poder, con el orgasmo. La oxitocina es una molécula orgánica pequeña, con nueve aminoácidos. Se produce en el sistema nervioso central, más exactamente en el hipotálamo. 


Desde allí pasa a la hipófisis, otra glándula del cerebro, que se encarga de almacenarla y liberarla cuando se necesita. “Por eso es que las caricias y su poder sobre la oxitocina generan apego. Hasta el punto de llegar a ser un factor de fidelidad y enamoramiento en humanos”, dice el neurólogo. Las caricias son tan importantes que Palacios recuerda el experimento científico hecho por Harry Harlow en los años 50 con pequeños monos. 

El trabajo consistió en poner un muñeco con un biberón, cuya función consistía netamente en alimentar a los monos, y otro que no daba de comer pero estaba hecho con tela suave y tenía un calentador artificial oculto. Para sorpresa de muchos, la conclusión del experimento fue que los pequeños primates preferían estar con el muñeco que les proveía confort, les transmitía calor y sensación de seguridad y no con el que simulaba ser una madre que los alimentaba. Martha Cristo, psicóloga del programa Madre Canguro Integral del Hospital San Ignacio de Bogotá, pone como ejemplo del impacto de las caricias, el efecto que tiene el estar piel a piel con los niños prematuros. 

“Las caricias llevan la información captada a través de nervios a la médula espinal, al tálamo y a la región parietal de la corteza cerebral, generando funciones fisiológicas y profundizando el vínculo afectivo entre el niño y sus padres, factor esencial en el desarrollo físico y emocional del bebé”, agrega la especialista.

El efecto depende de quien las dé

El neurólogo Palacios aclara que obviamente el efecto de las caricias depende de quién las proporcione; es decir, ser tocado por un extraño o por alguien que causa desagrado solo puede generar rechazo. Así lo demostró una investigación publicada en Proceedings of the National Academy of Sciences (Pnas), realizada en el 2012 y que usó un escáner de resonancia magnética funcional para analizar el comportamiento del cerebro de los hombres ante estímulos de caricias y de imágenes.

En el estudio participaron hombres heterosexuales que fueron acariciados en la pierna al mismo tiempo que veían un video de una mujer atractiva acariciando la piel de alguien. En algunos casos el video fue protagonizado por un hombre. En el primer caso, los participantes sintieron placer, mientras en el segundo confesaron “sentir un rechazo visceral”.

“Por primera vez hemos demostrado que esta zona del cerebro, que percibe si un objeto es liso o rugoso, también es sensible al significado social del contacto físico”, aclaró Michael Spacio, coautor del estudio, quien agregó que no procesamos por separado las características físicas y las emocionales de una caricia.

En noviembre del 2011 se conoció otro estudio que le agregó un nuevo ingrediente a la reacción cerebral de las caricias: desde que estas sean suaves, placenteras y agradables, generan estímulos cerebrales positivos, independiente de si se reciben o se ve que otra persona las recibe. El trabajo fue realizado de la Universidad de Gotemburgo (Suecia) y se publicó en la revista especializada Journal of Neuroscience.

A los voluntarios les fue monitoreado su flujo sanguíneo en el cerebro mediante resonancia magnética mientras eran acariciados, con un cepillo suave. Los participantes tuvieron la misma reacción al ser acariciados que al observar videos de otra persona que era acariciada.

Un alimento emocional

Autoestima. Desde la infancia contribuyen a consolidar la autoestima del niño, porque se siente importante al ser atendido cuando lo necesita. Esto le permitirá, como adulto, establecer mejores relaciones interpersonales.

Antidepresivas. Se cree que las caricias tienen un potente poder antidepresivo y mejoran el estado de ánimo, porque no solo influyen en la síntesis de oxitocina, también de endorfinas. Incluso por considerarse un alimento emocional y psicológico, con la liberación de estas hormonas habría menos posibilidades de que haya vacíos que se quieran llenar con el consumo de drogas y otras sustancias adictivas.

Salud. Estudios demuestran que los niños acariciados presentan mejores desenlaces de sus enfermedades y ganan peso rápidamente. El que no recibe caricias es propenso a enfermarse con frecuencia.

ANDREA FORERO
Redacción Vida de Hoy

Fuente: http://www.eltiempo.com/estilo-de-vida/salud/caricias-en-el-cerebro/16400169