viernes, 8 de mayo de 2015

La fructosa: Cuando el remedio es peor que la enfermedad


Hace mucho tiempo se ha instalado la creencia de que la fructosa, o jarabe de fructosa es más sano que el azúcar, y que es el sustituto ideal para endulzar todo tipo de productos. 

La razón que sustenta esta creencia es que la fructosa no interfiere de manera significativa en el índice de glicemia. Sin embargo, poco a poco, la evidencia ha demostrado otra cosa, aunque sin la misma publicidad que muestra las supuestas propiedades de la fructosa.

La fructosa es un monosacárido presente principalmente en frutas y miel, por lo que muchas personas hacen inmediatamente la asociación entre el origen natural de la fructosa y potenciales beneficios de la misma, o al menos de su inocuidad para la salud. Y en realidad, la fructosa en sí misma no es perjudicial para la salud. Pero es necesario hacer una distinción importante: 

La cantidad.

La cantidad presente naturalmente en las frutas no representa ningún problema. Sin embargo, la industria de los alimentos procesados usa cantidades muy superiores a las que el cuerpo humano puede asimilar correctamente. El asunto es especialmente delicado cuando pensamos en que la fructosa se ha usado como “comodín” para endulzar prácticamente todos los alimentos que están en el supermercado, especialmente bajo la denominación de jarabe de fructosa, o jarabe de maíz alto en fructosa.

En 2009, un estudio realizado por la Universidad de California, señaló que el consumo de jarabe de fructosa es tremendamente perjudicial para nuestra salud. No solo eso, se incluye además cualquier tipo de fructosa, incluyendo la de jarabe de maíz alta en fructosa, catalogándola prácticamente como un veneno para el organismo, pudiendo desencadenar daño metabólico, diabetes y enfermedades al corazón. Sobre esto último se publicó en “The Reporter Nutrition” que la fructosa puede dañar el corazón al aumentar los niveles de colesterol y triglicéridos en la sangre.


La fructosa en nuestro organismo

¿Cómo ocurre esto? Básicamente, la mayoría de los carbohidratos se transforman en glucosa, que sirve de combustible al cuerpo. El cuerpo libera insulina para regular los niveles presentes en la sangre y asegurándose de que consumamos correctamente esa energía. Sin embargo, la fructosa se procesa directamente en el hígado. Como todos los alimentos procesados tienen una cantidad excesiva de fructosa, el hígado no puede procesarla adecuadamente convirtiéndose rápidamente en grasa entrando directamente al torrente sanguíneo en forma de triglicéridos.



En algún momento cuando se enseñaba qué debe comer un diabético, se incluía la fructosa como un endulzante seguro. La realidad es diametralmente opuesta. Una fruta puede contener 15 grs. de fructosa, mientras que una bebida de fantasía puede incluir ¡73 gramos! Una cantidad muy superior a lo recomendable. Además se debe tener en cuenta que la fructosapresente en vegetales y frutas interactúa con otros componentes, como vitaminas, fibras naturales, vitaminas, minerales y fitonutrientes, lo que no ocurre en alimentos artificiales o procesados.

Todas las células de nuestro cuerpo necesitan glucosa para funcionar y es procesada por el organismo para obtener la energía necesaria. En el caso de la fructosa, no es asimilada de la misma forma que el azúcar corriente, ya que esta se almacena 100% en el hígado, que no puede procesarla completa. 

La glucosa se quema rápidamente, mientras que la fructosa no, convirtiéndose en ácidos grasos libres. Una porción circula por el torrente sanguíneo como triglicéridos, pero otra fracción pasa a acumularse como gotas de grasa en el hígado y los tejidos del músculo esquelético. Literalmente, al consumir fructosa estás consumiendo grasa.

Otro factor a tener en cuenta, es que la fructosa acumulada en el hígado aumenta la producción de toxinas en el cuerpo, como por ejemplo, ácido úrico.Esto altera el funcionamiento del óxido nítrico sobre nuestro cuerpo, encargado de regular la presión arterial. Por lo tanto, la fructosa provoca problemas de hipertensión arterial.

La fructosa también tiene una incidencia relevante en la obesidad, no sólo porque se convierte en grasa en nuestro organismo, sino porque además produce más ansias de comer. Un estudio de Facultad de Farmacia de la Universidad de Barcelona, en línea con otras investigaciones, confirma que la fructosa altera el metabolismo, pero agrega un nuevo hecho: Parece alterar los mecanismos por los cuales controlamos la saciedad.

El cuerpo secreta naturalmente una hormona llamada leptina, producida principalmente en el tejido adiposo, cuya función es avisar al cerebro cuando ya tenemos suficiente reserva de grasas, además de alertarnos cuando debemos inhibir el apetito. Sin embargo, la fructosa interfiere en este proceso, produciendo artificialmente más hambre, y por lo tanto, aumentando la ingesta de comida innecesariamente.

Probablemente la decisión de cambiar el azúcar por fructosa o jarabe de fructosa, extraído principalmente del maíz no obedezca simplemente a una estrategia de marketing, sino que a una estrategia comercial. 

La fructosa es mucho más barata de producir que el azúcar además de ser más dulce en altas concentraciones. 

Pero algo más escalofriante es que muchísimos alimentos procesados, como galletas, jugos artificiales, golosinas, etc. incluyen ambos, azúcar corriente y fructosa. El primero aumenta el peso del producto, mientras que el segundo es barato de producir. Un avance importante fue que la American Diabetes Association, ya reconoció que la fructosa no ayuda en nada a los pacientes diabéticos, ni tampoco, es un factor que nos ayude a evitar la diabetes a futuro, sino todo lo contrario.

Hoy en día más de la mitad de los alimentos procesados que incluyen fructosa en su formulación, provienen del maíz y persiste la idea de que la fructosa es la alternativa “natural” al azúcar, que además se encuentra en mayores concentraciones en productos “light”. Sin embargo, la fructosa, como se incluye actualmente en los alimentos, es una toxina peligrosa para nuestro organismo.

Fuente: http://verdealegria.com/la-fructosa-cuando-el-remedio-es-peor-que-la-enfermedad/